Este estadounidense decidió hace 20 años acabar con su rutinaria vida para dedicarse en cuerpo y alma a correr
¿Qué haría usted si, siendo directivo de una gran empresa, un día
descubriera que su vida es muy aburrida, que no cumple sus expectativas y
que necesita un cambio radical? Ponerse a correr sería, quizás, la
última de sus elecciones. Pero para Dean Karnazes esa fue la solución a todos sus problemas. El día que cumplía 30 años, mientras estaba en un bar celebrándolo y cuando ya llevaba un par de copas de tequila de más, decidió que necesitaba acabar con su rutina, amargado por el confort que le daba su cargo en las altas esferas de una empresa farmacéutica. Salió del local. No podía abandonar la idea de que necesitaba aventura, incertidumbre, un nuevo aliciente para mantenerse vivo. Y empezó a correr para calmar sus pensamientos.
Cuarenta y cinco kilómetros después, en medio de la noche, se detuvo. Cansado pero contento. Acababa de descubrir qué es lo que necesitaba para ser feliz. Correr, correr y correr. De joven ya le encantaba esta actividad pero acabó abandonándola durante la adolescencia para dedicarse al windsurf, el mountain bike, el snowboard y el surf. Años después recuperó la pasión por este deporte y lo convirtió en el eje de su vida.
Abandonó su trabajo, renunció a la estabilidad, creó una empresa de comida natural y una fundación para niños y se dedicó en cuerpo y alma a lo que más le gustaba: estar con su familia y entrenar sin parar. Pasó de la pesadilla a vivir su sueño. Desde entonces duerme alrededor de 4 o 5 horas al día, se levanta muy temprano, se va a correr, prepara el desayuno a sus hijos, trabaja y se ejercita de nuevo por la noche, cuando los niños ya duermen.
Veinte años después, Dean Karnazes (Los Angeles, 1962) es uno de los ultrafondistas más famosos del planeta y ha sido proclamado como "el hombre más en forma del mundo" por algunos medios especializados. Entre sus hazañas destacan las 50 maratones en 50 días en 50 estados de EE.UU., atravesar la Antártica sin raquetas de nieve, cubrir 560 km sin parar o correr siete veces la maratón de Badwater (217 kilómetros por el Death Valley) en condiciones extremas. Aunque, lo que más le gusta, es ir por caminos de montaña.
"Correr es para mí, es la más pura expresión de la libertad total. No hay límites, metas, nada es inventado", afirmaba en una entrevista con la revista Trail en 2007. Su obsesión llega a tal punto que, durante sus entrenamientos, no se detiene ni para comer.
Sale con el teléfono móvil y la tarjeta de crédito y encarga pizzas por el camino, que le sirven los repartidores en algún punto de su recorrido y por las que deja buenas propinas. "La pizza te proporciona muchas calorías. La pido con masa fina, sin cortar y la enrollo como si fuera un burrito mejicano", afirma Karnazes, que también es gran aficionado al pastel de queso y que en alguna ocasión incluso ha recurrido a la comida china y a sus gambas Kung Pao.
Este estadounidense de origen griego ha llevado sus límites tan lejos como ha podido a pesar "del dolor y el agotamiento". Lo ha hecho además aplicando sus propias normas, como el hecho de no estirar nunca porque considera que no le aporta nada. "La fuera mental es tan importante como la física, Cuando corres eres libre, no importa si eres rico o pobre".
La Vanguardia
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