- Se cierra uno de los años más trágicos en el techo del mundo
- Masificación y patrocinio cambian las reglas de juego en las grandes montañas
- Las ascensiones de mérito deportivo brillan por su ausencia
Los integrantes de esa masa eran aspirantes a pisar la cima del techo del mundo. Subían pastoreados por sus sherpas haciendo todas las trampas posibles al buen hacer alpino. Léase: utilizar cuerdas fijas, enchufarse a una botella de oxígeno (equiparado al doping por la Unión Internacional de Asociaciones de Alpinismo); dejarse remolcar, literalmente, por sus sherpas que no sólo abren la ruta, acarrean del mismo modo toda su impedimenta incluyendo las botellas de oxígeno que utilizan tales ‘alpinistas’. Tambien robar las tiendas de los campamentos de altura de otros alpinistas cuando estaban vacías y pasar de largo ante quien está en dificultades o, directamente, pide socorro, por agotamiento, heridas o mal de altura.
La imagen refleja en qué se ha convertido el deporte donde mostraron su ética y maestría Edmund Hillary, Reinhold Messner y Walter Bonatti. El alpinismo de alta cota, o himalayismo si se prefiere, ha tomado en estos tiempos turbios senderos marcados por la masificación sin cuento y la presión de patrocinios de empresas ajenas al peculiar mundo de la montaña. Entre unos y otros, el buen hacer alpino ha brillado por su ausencia, salvo honrosas excepciones.
Comunicadores de escaso bagaje alpino, que realizan su peculiar reality show en busca del mejor share de audiencia. Alpinistas de segunda reconvertidos en exitosos empresarios de altura. Aficionados de dudosa integridad deportiva pero forrado bolsillo, que por lograr su fin no les importa emplear cualquier método. Al contrario de lo que se piensa, la alta montaña ya no es un mundo idílico donde prima la camaradería y el sacrificio.
Los avatares de la sociedad actual se han trasladado a la montaña. De manera que lo que sucede en el áspero mundo de la gran ciudad, se ha trasvasado al hipotético universo pristino de las altas cimas. Al contrario de lo que puede suponerse, subir a una montaña no hace mejor a nadie. Todo lo contrario, las miserias y dificultades a las que someten a quien va hasta allí, le hacen más humano, resaltando por tanto más sus virtudes, pero sobre todo, sus defectos.
La presión de los patrocinadores
Hasta hace pocos años, las empresas que patrocinaban a algunos alpinistas pertenecían al mundo de las montañas y sus gestores eran alpinistas. Hoy ya no es así, grandes bancos y corporaciones han visto un filón en la épica alpina. Subvencionan a ciertos alpinistas igual que si se tratara de equipos de fútbol, motos o Formula 1. El problema es que los principios que mueven esos deportes no resultan tan válidos en la alta montaña.Bajo la presión a las que les someten sus compromisos con los sponsors, en ocasiones van más allá de lo aconsejable, se toman decisiones que bajo otras condiciones jamás se hubieran tomado. A pesar de tanto dinero, el resultado es dudoso cuanto menos. Los ejemplos los tenemos en los alpinistas hoy más conocidos en nuestro país. Aunque han contado con un apoyo económico jamás visto en las montañas, las dos últimas temporadas han regresado a casa de vacío, mientras que otros alpinistas menos apoyados, pero mejor preparados alcanzaron el éxito. Y puede decirse que a pesar de su fracaso, han tenido suerte. Podrían haberse quedado en el camino.
Alfredo Merino
El Mundo 1-Junio-2012
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Gracias a Gonzalo
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