El peor viaje del mundo.
Apsley Cherry-Garrard.
Otra vez estoy leyendo un libro de viajes. Esto me va a llevar a la ruina mental. Me va a crear adicción. Bueno, el caso es que estoy engullendo la historia de la expedición del capitán Scott al polo Sur (1910-1913), contada por uno de sus acompañantes. En realidad, pues, son las vivencias de un aventurero.
El libro en cuestión se titula “El peor viaje del mundo”, de Apsley Cherry-Garrard.
Quiero
citar un fragmento que me impresionó referido a la naturaleza salvaje,
natural y cruel, aunque lo leído hasta ahora sobre los exploradores es
todo valentía y pundonor:
“Los exploradores que descubrieron a los [pingüinos]-emperadores con sus crías (se refiere a una expedición anterior),
observaron que los pingüinos que no podían conseguir uno vivo criaban
polluelos muertos y congelados. También encontraron huevos descompuestos
que posiblemente habrían incubado cuando ya estaban congelados.
Pues
bien, nosotros vimos que estas aves estaban tan deseosas de empollar
que entre las que no tenían huevos había algunas que incubaban hielo.
Cuando fueron a recoger los huevos, mis compañeros se encontraron en
varias ocasiones con pedazos de hielo redondeados, sucios, duros y más o
menos del mismo tamaño. En una ocasión, a un ave se le cayó un huevo de
hielo mientras la observaban, y entonces apareció otra y se lo guardó,
hasta que le ofrecieron uno de verdad”.
Esta
salida desde el campamento-base que hizo el autor (aventurero) y otros
dos compañeros a la costa de los pingüinos-emperadores estuvo marcada
por el infortunio.
Llegaron el borde de la congelación y la locura.
“La
marcha del día era una maravilla (-40º) en comparación con el descanso
nocturno (-50º), aunque las dos cosas eran horribles. Estábamos en las
peores condiciones en que puede encontrarse un hombre que aún es capaz
de seguir viajando; pero nunca oí una palabra de queja ni un juramento, y
vi que la abnegación superaba todas las pruebas”.
Nunca había leído algo relacionado con aventuras polares. La lectura es toda una experiencia…….., y aconsejable.De un post en Magazine. Libros de Viajes , escrito por Sergio Parra:
La
historia de los viajes está llena de malas decisiones que, finalmente,
han conducido a desastres de proporciones casi bíblicas. A veces a nivel
colectivo, otras a nivel individual. Como el hundimiento del Titanic, o la expedición que decidió comerse a sus perros husky.
Pero probablemente el peor viaje de todos los tiempos sea la expedición llevada a cabo por tres hombres para encontrar especímenes de huevos de pájaro bobo emperador, allá por el 1911. Dichos hombres fueron Edward Wilson, Apsley Cherry-Garrard y “Birdie” Bowers. No en vano, el relato fue recogido en un libro titulado precisamente El peor viaje del mundo, editado en 2007 por Ediciones B, cuyo autor fue Cherry-Garrard.
En un agotador recorrido de ida y vuelta, de 214 km y 19 días de duración, a través de la oscuridad y las ventiscas del invierno antártico, desde el cabo Evans hasta el cabo Crozier, y retorno, los tres vivieron una experiencia que difícilmente olvidarían.
El viaje lo llevaban a cabo a temperaturas de hasta -60 ºC. Esa temperatura parece increíblemente baja, pero os garantizo que tratar de caminar cuando el mercurio ha bajado tanto es como reanimar un muerto. Para que os hagáis una idea, durante la noche los expedicionarios llegaban a temblar de una forma tan exagerada que temían que sus huesos se pudieran romper.
¿Valía la pena tamaño esfuerzo por un puñado de huevos? Bien, los pájaros bobos son preciosos, y francamente espectaculares en algunas de sus capacidades: pueden sumergirse hasta 250 metros y permanecer bajo el agua hasta 18 minutos. También se reproduce en un ambiente más frío que el de cualquier otra especie de ave: la temperatura ambiente es de -20 °C de media y puede llegar a -40 °C, y la velocidad del viento puede alcanzar los 144 km/h. El propio Apsley Cherry-Garrard admitiría más tarde: «En términos generales, no creo que haya nadie en la Tierra que lo pase peor que un pingüino emperador». Las principales colonias de cría están localizadas en cabo Washington (20 000–25 000 parejas), isla Coulman en Tierra Victoria (aproximadamente 22 000 parejas), bahía de Halley, Tierra de Coats (14 300–31 400 parejas) y la bahía Atka en la Tierra de la Reina Maud (16 000 parejas).
Pero la idea de Wilson iba más allá: creía que gracias a esos especímenes podría esclarecer que los pájaros bobos o pingüinos eran una especie de eslabón perdido entre los reptiles y las aves (actualmente se sostiene que las aves descienden de los dinosaurios).
Los expedicionarios, sin embargo, se encontraron con una desagradable sorpresa al encontrar al fin los huevos: que los machos eran los que los incubaban, tal y como explica Ian Crofton en La historia de la ciencia sin los trozos aburridos:
Pero probablemente el peor viaje de todos los tiempos sea la expedición llevada a cabo por tres hombres para encontrar especímenes de huevos de pájaro bobo emperador, allá por el 1911. Dichos hombres fueron Edward Wilson, Apsley Cherry-Garrard y “Birdie” Bowers. No en vano, el relato fue recogido en un libro titulado precisamente El peor viaje del mundo, editado en 2007 por Ediciones B, cuyo autor fue Cherry-Garrard.
En un agotador recorrido de ida y vuelta, de 214 km y 19 días de duración, a través de la oscuridad y las ventiscas del invierno antártico, desde el cabo Evans hasta el cabo Crozier, y retorno, los tres vivieron una experiencia que difícilmente olvidarían.
El viaje lo llevaban a cabo a temperaturas de hasta -60 ºC. Esa temperatura parece increíblemente baja, pero os garantizo que tratar de caminar cuando el mercurio ha bajado tanto es como reanimar un muerto. Para que os hagáis una idea, durante la noche los expedicionarios llegaban a temblar de una forma tan exagerada que temían que sus huesos se pudieran romper.
¿Valía la pena tamaño esfuerzo por un puñado de huevos? Bien, los pájaros bobos son preciosos, y francamente espectaculares en algunas de sus capacidades: pueden sumergirse hasta 250 metros y permanecer bajo el agua hasta 18 minutos. También se reproduce en un ambiente más frío que el de cualquier otra especie de ave: la temperatura ambiente es de -20 °C de media y puede llegar a -40 °C, y la velocidad del viento puede alcanzar los 144 km/h. El propio Apsley Cherry-Garrard admitiría más tarde: «En términos generales, no creo que haya nadie en la Tierra que lo pase peor que un pingüino emperador». Las principales colonias de cría están localizadas en cabo Washington (20 000–25 000 parejas), isla Coulman en Tierra Victoria (aproximadamente 22 000 parejas), bahía de Halley, Tierra de Coats (14 300–31 400 parejas) y la bahía Atka en la Tierra de la Reina Maud (16 000 parejas).
Pero la idea de Wilson iba más allá: creía que gracias a esos especímenes podría esclarecer que los pájaros bobos o pingüinos eran una especie de eslabón perdido entre los reptiles y las aves (actualmente se sostiene que las aves descienden de los dinosaurios).
Los expedicionarios, sin embargo, se encontraron con una desagradable sorpresa al encontrar al fin los huevos: que los machos eran los que los incubaban, tal y como explica Ian Crofton en La historia de la ciencia sin los trozos aburridos:
Y que algunos machos que no tenían huevo que incubar estaban tan desesperados para cumplir con su papel que modelaban burujos de hielo en unas formas ovoideas groseras, y se posaban sobre ellos. Después de haber recolectado tres huevos, los hombres retornaron a cabo Evans, pero apenas estaban vivos cuando consiguieron llegar al campamento base.Wilson y Bowers, durante la misma expedición, se acabaron uniendo al viaje del capitán Scott al Polo Sur, pero murieron congelados. Sólo sobrevivió Cherry-Garrard que, al regresar a Londres para entregar sus tres huevos de pájaro bobo al Museo de Historia Natural, tuvo aún que soportar otro traspiés.
Le preguntaron: ¿quién es usted? ¿Qué quiere? Esto no es una tienda de huevos. Después le dejaron que esperara durante horas hasta que alguien se pudo molestar para darle un recibo. Y es que la biología había cambiado. Wilson había basado su corazonada en la doctrina de Ernst Haeckel de 1866 según la cual “la ontogenia recapitula la filogenia”, es decir, el desarrollo embrionario de un individuo recapitula el desarrollo evolutivo de su especie. Dicha teoría había caído en descrédito; además, a Cherry-Garrard se le dijo que los huevos añadían poca cosa a la embriología de los pájaros bobos que el museo ya conocía.Fotos | Wikipedia
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