15 may 2009

Pensamientos



Hablamos de entrenamiento y al momento nos viene a la cabeza las series, cuestas, gimnasio o una marcha con los compañeros del club. La mayoría de nosotros hablamos de entrenamiento y nos referimos al entrenamiento físico de nuestro cuerpo.

Entiendo que en carreras de corta distancia – podríamos hablar de hasta 2 horas, un medio maratón, etc – la cabeza del corredor está ocupada con los tiempos de paso, el ritmo, etc, e incluso pasamos tiempo charlando con nuestros amigos o compañeros que en esas distancias cortas van a nuestro lado. Pero es a partir de ahí cuando el corredor empieza a pensar en otras cosas: Voy despacio, deprisa, ese dolor en la rodilla, no voy a llegar y el clásico ¿ Qué pinto yo aquí ?

Es aquí donde interviene otro entrenamiento que la mayor parte de los corredores nunca practican: El entrenamiento psicológico. Cuando pasan las horas y la distancia y el cansancio se van acumulando en las piernas, éstas comienzan a flaquear, se agarrotan e incluso llegan a sufrir calambres.

La mente se comporta de forma parecida. De los nervios de la salida pasamos a la euforia de los primeros momentos y poco a poco a la realidad de la carrera.

Con el paso del tiempo, los distintos ritmos, la diferente preparación física, pone a cada uno en su sitio y poco a poco nos vamos quedando solos. Dependiendo de la carrera, este “sólo”, puede significar literalmente “solo”. Ya no tienes amigos al lado, ni siquiera algún extraño con quien compartir el sufrimiento. Estamos solos ante el sufrimiento, los miedos y las sensaciones, muchas veces nuevas y extrañas.

¿Alguien en una carrera y después de unas buenas horas, cansado, administrando las fuerzas, se equivocó de camino y tuvo que dar la vuelta? En este momento tus planes de tiempo, posición en la carrera se vienen abajo. Quizás la motivación con la que comenzaste la carrera ya no existe al perder tanto tiempo por el error. ¿Qué hago?

¿Quién alguna vez no se sintió francamente mal en una carrera de larga distancia? Lo primero que te viene a la cabeza es ¡¡ Cuánto me falta aún!!

Por todas estas razones creo que es muy necesario entrenar esa otra parte, la psicológica, la mente, para que llegado el momento, sepamos sobreponernos a la adversidad y al cansancio.

Debemos conocer nuestro cuerpo, las sensaciones y sobre todo nuestros límites, tanto físicos como de frustración. Para empezar tenemos que ser realistas y plantearnos si estamos preparados para la prueba a la que nos enfrentamos. No vale de nada mentalizarse y prepararse psicológicamente, si al final no estamos en condiciones físicas. Pasaríamos de optimistas a osados, con lo que el resultado estaría definido de antemano por mucha motivación que tengamos.

Inevitablemente, en una prueba larga, pasaremos por muchos estados de ánimo, ligados seguramente a la orografía, clima etc. Motivación es la clave para superar los baches anímicos. Comienza la prueba con varios listones realistas, yo sugeriría que incluso por debajo de tus expectativas reales. De esta manera siempre estarás en la horquilla que te marcaste al comienzo. Pensar en el final, en la meta, en las largas horas de entrenamiento que ahora necesariamente te tienen que sacar de ahí. Para, descansa, no vayas al límite nunca. Piensa.

Se conciente que lo vas a pasar mal. Prepárate para pasarlo mal, muy mal. En estos momentos piensa que cuanto peor lo pases, más jubilosa y más intensa va a ser tu llegada. Los mejores triunfos son los que más nos cuestan.

¿ Y que pasa si “fracasamos”?. Hay una frase de un personaje que sí sabe lo que es sufrir al límite. Pasó por todas las sensaciones que podemos pasar nosotros pero multiplicadas por diez: Reinhold Messner: "Y es que, al fracasar, descubrimos nuestras limitaciones. Por eso el fracaso es una experiencia más intensa que el éxito. Coronar la cumbre significa que lo has logrado, nada más; con ello desaparece el objetivo. Con el fracaso, el objetivo permanece."

Sacar buenas conclusiones del fracaso es de personas inteligentes. Analiza, concluye y pon remedio. “Recuerda que eres hombre” le decían a los Césares.

Para finalizar estos pensamientos empíricos, voy a hacer proselitismo de algo que a mí me viene muy bien y que practico con asiduidad: Entrenamiento en solitario. Si bien es verdad que al principio lo hacía por seguir una máxima que tengo siempre presente: “Si quieres hacer algo, tienes que estar dispuesto a hacerlo solo”, poco a poco se convirtió en mi “entreno psicológico”. Hacer largas tiradas sin más compañía que el Mp3, me ayuda a conocerme a mi mismo, a exigirme más y a aumentar mi autoestima –cosa muy importante en estos "negocios”, al ver que exigiéndome más, rindo más, y que sólo me lo debo a mi mismo.

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