5 abr 2011

Everest.Deterioro extremo

Xabier Garaioa, (JAVIER BERGASA)
El rendimiento a 4.000 metros de altura llega al 70%; en la cumbre del Everest, al 11%
Reconocía hace poco Edurne Pasaban, en una conferencia que ofreció en Pamplona, que cuando alcanzó la cumbre del Everest el 23 de mayo de 2001 no podía imaginar ni por un instante que diez años después iba a convertirse en la primera mujer en alcanzar las 14 cimas del planeta con más de 8.000 metros. Pero lo que tampoco podía sospechar es que un día se iba a encontrar de nuevo frente a la montaña donde todo comenzó con la intención de llegar a otra vez a su cima, pero sin el oxígeno artificial que utilizó en aquella ascensión por la vía del collado sur. Es el único de sus 14 ochomiles en el que necesitó de la bombona suplementaria de respiración y el objetivo que la guipuzcoana acometerá la semana que viene consiste precisamente en llegar a la cima más alta del planeta sin más ayuda que sus pulmones.


Aunque las treces ascensiones previas por encima de 8.000 metros le permiten conocer perfectamente la dificultad que supone una ascensión de esa envergadura, no conviene perder de vista que muy pocos son los que tienen el valor de intentar subir sin oxígeno adicional a ese gigante de roca y hielo que es el Everest. De hecho, nadie lo había conseguido hasta el 8 de mayo de 1978, cuando Reinhold Messner y Peter Habeler se convirtieron en los dos primeros seres humanos que fueron capaces de subir a su cumbre (8.848 metros) sin bombonas, pese a que los científicos habían defendido hasta ese momento que no era posible.
Pocos acontecimientos han transformado tanto al alpinismo moderno como aquella ascensión. Sobre todo cambió para los himalayistas, que vieron abrirse ante sus ojos las grandes cumbres del planeta sin la artificialidad que para muchos de ellos suponía alcanzarlas con la ayuda de una botella para respirar; pero en igual medida supuso una revolución para los fisiólogos, que se encontraron de buenas a primeras ante la complicada tesitura de tener que buscar explicaciones para algo que la ciencia decía que no era viable.
Hasta entonces se pensaba que el límite se situaba a 5.000 metros, lo que los expertos llaman la zona de deterioro, la altitud a partir de la cual el cuerpo humano comienza a quemar todas sus reservas para paliar la falta de oxígeno. La teoría decía que nadie podría soportar una estancia tan prolongada en esas condiciones y mucho menos escalando, con el esfuerzo físico que requiere, pero Messner y Habeler demostraron que se equivocaban.

Subieron y bajaron sin más oxígeno que el capturado al aire, lo que obligó a los científicos a replantearse sus conocimientos sobre la materia, como reconocía el médico Xabier Garaioa, pamplonés de 60 años, que hace tres décadas formó parte de la primera expedición vasca en coronar el pico más alto del planeta. "Decían que no se podía subir, pero se demostró que sí se podía subiendo. Los fisiólogos lo explicaron en función de unos criterios de aclimatación que tienen que ver con el cambio en la curva de la disociación de la hemoglobina, pero hay otros factores que no se conocen y que posiblemente tengan que ver con la genética".
Lo que sí se sabe a ciencia cierta es que por encima de los 5.000 metros el metabolismo experimenta una caída de la presión que trae como consecuencia la disminución de un tercio en el número de moléculas de oxígeno disponibles para el funcionamiento de cada célula. La altitud extrema hace imposible la vida humana permanente y en el mejor de los casos, es posible aventurarse durante unas semanas en tales cotas, pero sabiendo que la falta de oxígeno merma de forma considerable el rendimiento muscular y la capacidad del cerebro. El esfuerzo físico se convierte en un suplicio y no se pueden tomar decisiones con lucidez.
reacción del organismo
Gasto cardiaco y ventilación
El organismo puede soportar esas condiciones un corto periodo de tiempo, nada más. "Una persona se puede adaptar muy rápidamente a la altitud, como sucede en Chamonix, donde los turistas cogen un teleférico que los hace subir de golpe 3.000 metros. A la gente no le pasa nada, pero si se estropeara y se tuvieran que quedar ahí vendrían los problemas, porque el organismo puede aguantar hasta 6 horas con una adaptación rápida, con una frecuencia cardiaca mayor, aumento de ventilación y no pasa nada, pero a partir de un cierto tiempo comienza el denominado mal agudo de montaña".
Aunque existen mecanismos externos que permiten una adaptación más rápida a las grandes altitudes -para subir a una cumbre de 6.000 metros la aclimatación se establece en una semana; para las de 7.000 son dos y para las de 8.000, tres semanas-, en esas condiciones el organismo reacciona de forma inmediata con un aumento del gasto cardiaco y del ritmo respiratorio. "Pero hay gente que no se adapta a la altura. Se piensa que un 50% de las personas no tiene disposición para aclimatarse. Son un conjunto de procesos del organismo, de los que solo sabemos unos pocos, otros están por descubrir, pero la clave es el aumento de la capacidad de transporte de oxígeno; hay más glóbulos rojos y llevan más cantidad de oxígeno en conjunto, ya que cada glóbulo lleva menos. Con esto, y otras cosas que no sabemos aún, el cuerpo logra adaptarse a las alturas".
Otro asunto diferente es lo que puede hacer una persona en esas condiciones, ya que por mucha adaptación o por mucha experiencia previa, a partir de ciertas altitudes no se pueden hacer las mismas cosas que a nivel del mar ya que el cuerpo no es capaz de realizar el mismo esfuerzo. Los estudios han demostrado que en la cima del Montblanc, a 4.808 metros, el rendimiento, como mucho, llega al 70% del que se obtendría a nivel de mar. En la cima del Everest es del 11%.
"En realidad el rendimiento es algo mayor ya que se cree que en el momento de andar la hiperventilación hace que se retenga más oxígeno y haya más intercambio de oxígeno de la sangre al tejido".
Sabe bien de lo que habla. Además de aquella expedición al Everest, Xabier Garaioa formó parte de la expedición al Dhaulagiri de 1979, la primera que llevaba a unos navarros a hollar un ochomil, luego llegaron el Jannu, el Cho Oyu o el K2, pero al margen de sus logros personales, su profesión le obliga a estar al tanto de los estudios que van saliendo al respecto. La mayoría, lógicamente, se centra en las poblaciones humanas que viven a más altitud.
genética

De los Andes al Himalaya
"Se han descubierto diferencias entre las poblaciones mineras de Bolivia y Perú, descendientes de aymaras y quechuas, y los tibetanos, que desarrollan con menos frecuencia el mal crónico (no agudo) de montaña. Parece ser que los pobladores del Himalaya llevan muchos miles de años viviendo en ese hábitat, mientras que los otros pueblos tuvieron que hacer una larga migración desde Asia por Alaska, por el norte de Estados Unidos hasta llegar a los Andes. Llevan menos tiempo, esa puede ser la clave de que los tibetanos tengan una mejor adaptación genética a la altura".
Aunque el número de escaladores que han alcanzado la cumbre más alta de la Tierra sin oxígeno adicional ronda el centenar desde que lo lograran Messner y Habele, sigue constituyendo un desafío de colosales proporciones para el cuerpo humano. Edurne ya sabe lo que es ascender sin ayudas a los otros 13 ochomiles, ahora sabrá lo que es hacerlo a la cumbre del cielo.
kepa garcía
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