Si se le hace esta pregunta a un  alpinista lo más probablemente es que reciba una retaila de  explicaciones: el paisaje, el reto personal, la vista desde la cima, el  reto deportivo, el riesgo, la relajación que produce el entorno, el  subidón que produce hacer cima, etc… Pero en el fondo, Mallory,  que murió intentando subir al Everst lo define de forma clara: “Porqué  están ahí”.


J.A. Rodriguez 
El título del libro de Lionel Terray, Conquistadores de lo inútil, define exáctamente esta actividad en lo que es. Este término definido para el alpinismo de alto nivel, también se puede aplicar al alpinismo de más andar por casa que realizamos otros. No hay nada, más que la satisfacción personal, que se consiga al subir una cima a cambio de un esfuerzo (cada uno a su nivel) bastante considerable y exponiéndonos a ciertos riesgos (que no dejan de aparecer incluso en el alpinismo de nivel más básico).
El título del libro de Lionel Terray, Conquistadores de lo inútil, define exáctamente esta actividad en lo que es. Este término definido para el alpinismo de alto nivel, también se puede aplicar al alpinismo de más andar por casa que realizamos otros. No hay nada, más que la satisfacción personal, que se consiga al subir una cima a cambio de un esfuerzo (cada uno a su nivel) bastante considerable y exponiéndonos a ciertos riesgos (que no dejan de aparecer incluso en el alpinismo de nivel más básico).
En este post no pretendo hacer una  recopilación de las posibles razones, excusas o motivaciones que llevan a  la gente a practicar el alpinismo o el montañismo. Como individuos nos  motivan miles de cosas, hay muchos aspectos en que adquirimos un  aprendizaje emocional en cosas que aparentemente son poco atractivas y  nos proporcionan placer. Nuestras emociones son lo suficiente complejas  como para que un post intente encontrar todo lo que motivaría a alguien a  subir a la montaña. Aún así hay aspectos que tiene el alpinismo que no  tienen otras actividades y que incluyen un nivel de riesgo y esfuerzo  muy alto a cambio de un beneficio pequeño en los aspectos que iré  analizando (chute de adrenalina, actividad deportiva o valor social)  mientras otras actividades proporcionan un nivel de coste/benefico más  razonable.
Mi planteamiento es muy biologista, una  actividad que tiene un alto nivel de riesgo y un bajo nivel de  
beneficio en apariencia, debe estar motivada por una base emocional que fomente este tipo de actividades y que evolutivamente haya sido favorecida. El alpinismo no es una actividad tan marginal como considerarlo fruto de una patología, hay millones de practicantes en el mundo (en Catalunya con una población de 7 millones y una baja tasa de federados hay más de 30.000 federados, que no son los únicos practicantes de alpinismo que hay en el país, por comparación, hay algo más de 11.000 federados en ciclismo, 4.400 en atletismo, el Fútbol gana con más de 150.000 y es considerado un “deporte de masas”).
La evolución favorece mecanismos emocionales que refuerzan comportamientos que potencian nuestras posibilidades de reproducirnos y de supervivencia.beneficio en apariencia, debe estar motivada por una base emocional que fomente este tipo de actividades y que evolutivamente haya sido favorecida. El alpinismo no es una actividad tan marginal como considerarlo fruto de una patología, hay millones de practicantes en el mundo (en Catalunya con una población de 7 millones y una baja tasa de federados hay más de 30.000 federados, que no son los únicos practicantes de alpinismo que hay en el país, por comparación, hay algo más de 11.000 federados en ciclismo, 4.400 en atletismo, el Fútbol gana con más de 150.000 y es considerado un “deporte de masas”).
Por decirlo de alguna manera, en general  los actos suicidas en el ser humano son marginales, los índices de  suicidio son minúsculos en comparación a otras causas de muerte, porqué  evolutivamente se favorecen los comportamientos que nos preservan. Cuando  asumimos un nivel de riesgo mucho más alto del que normalmente nos  exponemos en nuestra vida cotidiana debe ser por conseguir un beneficio  emocional que ha sido favorecido por la evolución, aunque este  beneficio no tenga ya una motivación objetiva, en nuestra especie ha  sido favorecido.
Lo que pretendo es perfilar que  beneficios evolutivos permiten que en algunos individuos aparezca un  impulso emocional a practicar el alpinismo y “subir montañas”. No  considero que esta actividad sea tan marginal, como por ejemplo, el  suicidarse, sinó que en rasgos generales podría aparecer en la mayoría  de seres humanos en que las condiciones y el entorno les llevara a  determinado aprendizaje emocional. Comenzaré descartando algunos  aspectos que a priori nos podrían justificar el alpinismo, basándome en  la regla de “coste-riesgo/beneficio”, y que en apariencia son las  explicaciones habituales.
El alpinismo demasiado costoso para ser una mera búsqueda de emocionesUna primera explicación puede basarse en  la necesidad del ser humano moderno de compensar la falta de emociones  físicas directas a las cuales evolutivamente estamos preparados. La  “atonía” de la vida moderna (al menos en los países avanzados y para la  mayoría de personas) incluye cosas muy positivas, no tenemos que huir de  los depredadores, ni caminar 30 kilómetros para recoger comida, no  tenemos que cazar para alimentarnos, ni tenemos que pelearnos con nadie  por un pedazo de comida. Tenemos otros problemas, pero en general, estos  no se resuelven por un subidón de adrenalina o por otros mecanismos más  primarios a los que estamos adaptados.
Por eso entiendo la práctica de  “deportes de riesgo” (y utilizo el término deportes al de actividades de  riesgo, con intencionalidad), que proporcionan un subidón de  adrenalina, la emoción de una aventura inmediata y una satisfacción  física, orgánica, a nuestros impulsos de sentir el riesgo. El alpinismo  (sobretodo el de alto nivel) proporciona ese subidón de adrenalina,  pero en la mayoría de casos este subidón de adrenalina está muy cercano  a “pasarlo mal” y se requiere un gran esfuerzo para unas dosis  muy bajas de adrenalina (al menos que estés practicando escalada  clásica o alpinismo extremo, que es harina de otro costal). Es  mucho más barato (incluso económicamente) ir a un  resort donde en un entorno controlado y bajo la supervisión de monitores  realizas una serie de “deportes de aventuras”: te paseas con  quad por vías rurales, desciendes rápidos en ráfting, te subes por una  pared fácil y luego saltas por una tirolina, montas un rato a caballo  para relajarte y volver otra vez a tirarte por un río a practicar el  hidrospeed.
Todas esas actividades tienen riesgos,  mayor al mero hecho de quedarte en un cámping tomando el sol, pero menos  que subir una cima con un paso técnico extraordinariamente sencillo.  Las tasas de mortalidad de cualquier paso sencillo con cierta afluencia  como para poder tener cierta significancia estadística es mayor que la  de los resorts de aventura. Además el esfuerzo energético (y económico),  psicológico y personal es mucho mayor por “unidad de adrenalina y  emoción conseguida”. Esto último que afirmo tiene mucho riesgo, es  verdad que la percepción de lo que es emocionante y el subidón es algo  subjetivo, y que cada individuo lo vive de una manera diferente, pero  dentro de toda esta variabilidad de sensaciones, es más probable que una  persona tenga más “subidón emocional” bajando por un rápido que  subiendo los pasos levemente comprometidos del Carlit. Igual que se  obtiene más subidón emocional concentrado (y por menos coste energético)  si te subes a una montaña rusa que si tienes que hacer una maratón.
Aunque he visto personas emocionarse al  hacer cima o mientras pasan un paso aéreo o con cierta complicación o  cuando logran superar una pequeña dificultad practicando el alpinismo,  he visto más gente mirar con cierta aprensión ese mismo paso, y el grito  de júbilo en la cima dura menos segundos que los gritos de histeria  emocional de un grupo practicando rápeles y tirolinas en un resort de  aventura. Y el coste energético y personal  y el riesgo de subir  una cima de alta montaña, por muy fácil que esta sea, es mayor que el  de hacer una actividad de deporte de aventuras.
Es más, ya que estamos, comparar la  práctica del alpinismo ascensionista (aquél cuyo objetivo es “subir  montañas” por una vía razonable) es distinta a la práctica de la  escalada deportiva, que busca la dificultad de forma más o menos segura.  En este aspecto podríamos encontrar que el subidón de adrenalina es  mayor en el escalador de deportiva y la “sensación de riesgo” otro de  los aspectos emocionales que combaten la “atonía emocional” de la vida  moderna, es mucho mayor. Este que les habla, que no pasa de un V en  escalada deportiva, tiene unos subidones de adrenalina que superan con  creces sus espectativas ante la pared de deportiva más sencilla, en  cambio en un paso de grado II, sin cuerdas, mucho más sencillo pero con  un patio grande lo que tengo es “acojone” más que un subidón de  adrenalina, y en general los alpinistas gustan de estos pasos que hacen  “interesante” la cima pero no los pasan más veces que las necesarias.
El alpinismo es una deficiente actividad deportiva en comparación con otras.
La práctica del deporte libera  serotoninas y hormonas que incentivan su repitición, además estamos  adaptados a realizar ejercicio físico. Nuestro organismo de hecho se  beneficia por la actividad física, aunque nunca está exento de riesgos y  problemas, el deporte es algo que favorece nuestro organismo y es  fácil que tengamos emociones positivas asociadas a la práctica  deportiva. Pero el alpinismo como tal práctica tiene algunos  defectos. Al igual que otras prácticas extenuantes como el ciclismo, el  cuerpo se ve bastante dañado después de una actividad alpinística.  Los alpinistas de élite pierden alrededor de una decena de kilos en una  expedición, pero incluso una ascensión relativamente sencilla que salve  un desnivel de 1.500 metros puede hacer perder un par de kilos en un  sólo día, los órganos se ven estressados, el esfuerzo y el aire más  enrarecido hace que el sistema cardiopulmonar trabaje a un ritmo más  intenso, según que actividad alpinística (incluso de nivel bajo)  requiere cargar un equipo pesado que deforma la columna y sobrecarga los  músculos y articulaciones, los descensos son demoledores para estas  últimas: en general los alpinistas por muy jóvenes que sean terminan con  problemas en las rodillas . Las condiciones del descanso también dejan  que desear: numerosos vivacs pasando frío, malas comidas o en el mejor  de los casos unos refugios de montaña donde se duerme apelotonado y se  cena el rancho de turno. Hay actividades deportivas más duras,  pero el alpinismo está entre las que son más extenuantes y se realizan  en condiciones más duras ya no sólo a nivel de élite (en este  caso se alcanzan niveles de exigencia física extraordinarios), sinó  también a nivel más humano.
Ascensiones sencillas (como la subida al  Aneto por su normal), requieren madrugones y caminatas de más de 12  horas (sobretodo para las personas menos acostumbradas), salvar  desniveles superiores a los 1.200 metros en tramos bastante “tiesos” en  una sola jornada, a parte de tener un mínimo de técnica y material  (saber utilizar grampones y piolet) y por tanto cargarlo, junto todo el  agua y la comida necesaria, ropa para el frío, etc… es decir un mínimo  de 6 o 7 kilos de mochila (normalmente más), encontrarse en una  atmósfera que es un 30% más ténue en la cima que la que encontramos en  la mayoría de ciudades donde vivimos, y que sin dar el “mal de altura”  hace que nos cansemos más y el corazón vaya algo acelerado, y pasando  algunos tramos de exposición donde “lo mejor es no equivocarse” porqué  vas directo al barranco.
Frente a esta alternativa en una vía  “fácil” como puede ser el Aneto por la normal, el “beneficio” deportivo  comparado con cualquier deporte típico es inferior. Un tipo que haga un  entrenamiento de cualquier disciplina del atletismo obtendrá mejor  desarrollo muscular, cardiovascular y lo hará en condiciones mucho más  seguras y menos lesivas para el organismo y en menos tiempo que el tipo  que sube al Aneto. Desde bien pequeño he practicado intensamente varios  deportes, con continuidad y durante años natación, baloncesto y el  atletismo (los dos últimos como federado), además de otros deportes de  forma más ocasional. Pues bien, mis peores “pájaras” han sido en la  práctica del alpinismo, los peores madrugones han sido para subir  montañas, y donde más masa corporal he perdido ha sido al volver de  ascensiones especialmente duras.
Además del desgaste físico y personal, la  práctica del alpinismo requiere una inversión logística que supera con  creces la de otras actividades deportivas. Por ejemplo, jugar  un partidillo de fútbol o de tenis sólo require un trayecto  relativamente corto para jugar una hora y pico. Por cada hora de  práctica deportiva se ha de invertir 30 minutos en logística. Practicar  el ciclismo de carretera tampoco requiere una logística muy  desarrollada, la ratio de tiempo de logística – tiempo de práctica  deportiva es bastante buena. En cambio el alpinismo hace que tengamos en  el mejor de los casos 1 hora de logística por 1 hora de práctica. Las  salidas más rápidas requieren un trayecto de una par o tres horas de  viaje para caminar 3 o 4 y volver en esas 2 o 3 horas. Ascensiones algo  más complejas (o por el hecho de que no puedes vivir al lado de TODAS  las montañas, ni aunque estén en la misma cordillera) conllevan mayor  logística. Subir el Aneto por la normal, por ejemplo, requiere 5 horas  de coche hasta Benasque, allí, en temporada veraniega esperar un bus que  lleva a la Besurta operación que requiere 1 hora en el mejor de los  casos (si haces llegar el coche al Hospital de Benasque justo cuando va a  salir el bus y hay sitio), luego comienzas a caminar 1 hora hasta el  refugio de la Renclusa (por el momento 1 hora de práctica deportiva y no  precisamente de “ataque a cima” frente a 7 de logística). Una vez allí  lo normal es dormir allí (y si prefieres atacar desde abajo del todo,  habrás de dormir en el valle de Benasque porqué para subir al Aneto hay  que madrugar, lo hagas por donde lo hagas, no puedes aspirar a subirlo  si comienzas a caminar a las 11 de la mañana). Imagínate que lo ajustas  todo para llegar justo a las 7 de la tarde, hora de la cena en los  refugios. De 7 a 5 de la mañana es tiempo “de logística” (que has de  dedicar sin poder practicar la actividad deportiva), cenas, preparas la  mochila, duermes y desayunas, y a las 5 ya estás caminando, 12 horas  después estás de vuelta en la Besurta y esperas el bus, un par de horas  después estás en el coche y de vuelta. Todo eso si sale bien y el tiempo  acompaña, porqué puede ser que acabes de salir del refugio para hacer  cima y caiga una buena y te tengas que dar la vuelta. Al final, en el  mejor de los casos (considerando que vuelves el mismo día que subes al  Aneto ya que eres un crack que no terminas cansado y necesitas descansar  en la zona un día más) has destinado unas 25 horas de logística para  conseguir 13 horas de práctica deportiva, no quiero imaginar la ratio  que requieren otro tipos de prácticas alpinas, mis ratios personales son  aún más malas 3 a 1 para una ascensión que necesite el fin de semana.  Sólo se me ocurre el buceo recreativo como una práctica deportiva donde  la ratio “tiempo de fondo” y tiempo para llegar, prepararte, esperar,  etc… es equivalente.
Como práctica deportiva en general, el  alpinismo deja mucho que desear. Por mucho que estemos adaptados para  tener incentivos a la práctica deportiva por necesitarlo el organismo,  el “coste” de realización de esta práctica deportiva es muy alto en  comparación con otros deportes. Si alguien practica el alpinismo  sólo por el hecho de estar en forma, lo dejará en cuanto conozca una  nueva disciplina deporitva. No puedes ser alpinista los  miércoles por la tarde de 19 a 21 y los Sábados por la mañana alternos  cuando hay competición, cada ascensión requiere como mínimo un día casi  entero, por no decir de un fin de semana entero o un puente. Si quieres  estar en forma es más eficaz ir al gimnasio.
El alpinismo como “valor social”.Hasta ahora he dejado a un lado cierto  aspecto de nuestro comportamiento que puede generar un aprendizaje  emocional que explicaría porqué subimos montañas y es nuestro aspecto  social. También estamos adaptados a tener habilidades sociales y a que  generemos emociones asociadas a comportamientos sociales. Hay  actividades que aparentemente no tienen ningún valor, pero que en un  entorno social nos permiten obtener un beneficio (y por tanto es  razonable que la evolución haya favorecido que se generen emociones  asociadas que incentiven ese comportamiento). Por ejemplo, la contención  de la agresividad contra los miembros de nuestro grupo nos permite  seguir colaborando con él al no suponer una amenaza para nuestros  compañeros. El generar comportamientos sociales donde ritualicemos la  agresividad, evitemos los efectos más perniciosos de los conflictos con  los próximos son favorables a nuestra supervivencia y es normal que en  los primates estos comportamientos se den (un ejemplo extremo son los  bonobos que solucionan los conflictos mediante ofrecimientos sexuales).
Emociones que en apariencia pueden ser  negativas como la envidia se han comprobado que aparecen en varias  especies de primates (incluído el hombre), seguramente es una emoción  que a niveles no patológicos nos impulsa a escalar socialmente o a  aspirar obtener mejores recursos (sean los que sean, para un tití será  los alimentos más nutritivos que está disfrutando el mono de la rama de  al lado para un humano del siglo XXI puede ser tener un coche como el  del vecino), a la larga para los primates la envidia impulsa a tener  mayores posibilidades de reproducción y mejores recursos para sobrevivir  y no conformarse con las migajas.
El ser humano tiene una sociedad más  compleja. Lo que para un primate puede limitarse a ser el primero en  comer, el acceder a las parejas reproductoras más sanas o tener la  preeminencia en el grupo, para los seres humanos es algo más complicado.  Muchas cosas nos pueden dar “valor social”, desde los objetos  que poseemos, desde el aspecto que mostramos de nosotros mismos, nuestra  actividad profesional, las actividades que hacemos, los libros que  leemos o los alimentos que ingerimos.
Lo mismo la práctica de actividades de  ocio o los viajes que hacemos. Si practicas el surf tienes de que hablar  en las veladas, es algo que no todo el mundo practica y emites una  imagen de tí mismo. Si practicas el alpinismo, el golf, el fútbol, la  pesca, la caza, la hípica, el atletismo, la petanca o el pressing catch  es una actividad que ofrece una imagen de tí, te puede dar cierto “valor  social” en tu entorno. Es como la ropa que llevas, es verdad que esta  te ofrece abrigo del frío, protege tu piel del sol y de otras agresiones  externas y seguramente te ofrece placer estético y expresa tu  personalidad, pero también tiene un “valor social”.
Practicar el alpinismo permite  fardar con los amiguetes, puedes explicar experiencias nuevas  para muchas de las personas y si te encuentras con otros montañeros te  ofrece tema de conversación. Ahora bien, hay actividades que  “molan más” a un coste mucho menor. Un escalador de deportiva  tendrá mejores fotos de sí mismo colgado de paredes mucho más verticales  y en apariencia más “duras”. Un pobre alpinista que se muestre haciendo  un ráppel en un paso de III (algo que requiere cierta técnica y que los  montañeros más “normales” hacen solo de tarde en tarde) o subiendo una  canal de 50º a pura técnica de piolet-bastón parecerá que simplemente se  está arrastrando frente a un escalador de deportiva agarrado y  saludando en un paso sencillo de V a 10 metros del suelo. Salvan las  fotos un poco el entorno invernal, los paisajes y el romanticismo de la  aventura pero aún así es más fácil obtener “valor social” (y tiene un  coste físico y personal menor) con otras actividades que realizan pocas  personas: bailes de salón, jugar a paddle, paintball o ir de viaje a  Chipre.
Hay formas de ver paisajes sobrecogedores menos costosas que el alpinismo
Es cierto que el alpinismo proporciona  una de las vistas más impresionantes y sobrecogedoras, llena el “alma”,  los sentidos y proporciona unas “postales” que son difíciles de  encontrar de otra manera. Ahora bien, los “trekineros” que no buscan  cimas también pueden ver estos paisajes o incluso mejores, un senderista  que recorre la ultra-trillada ruta de alta montaña de Carros de Foc  tendrá algunas de las mejores vistas del Parque Nacional de  Aiguestortes, a un coste de penalidades menor que el alpinista que sube  el Peguera o la Punta Alta. Seguramente el senderista evitará ir en el  período invernal donde tal vez se tienen las imágenes más impactantes y  “alpinas”, aunque cuando los pasos ya están libres de nieve y hielo, los  refugios abiertos, y en primavera todavía quedan grandes cantidades de  nieve en cotas superiores estas vistas siguen siendo impresionantes.  También hay rincones de la naturaleza fuera de la alta montaña al  alcance de senderistas que tienen un increible encanto, que suponen una  buena pateada y llenan los ojos y el alma. Otros se han de alcanzar por  el mar, enormes acantilados que quitan el hipo, o se observan desde  edificios altos dentro de ciudades. El “paisajismo” no está sólo  al alcance de los alpinistas, y aunque hay determinadas  imágenes que sólo están al alcance de estos (por ejemplo, la belleza del  collado coronas, las vistas de 360º desde la cima del Petit Vignemale,  la cara norte del  gran Vignemale desde las Oulettes en condiciones  invernales, las cornisas cargadas de nieve desde las mismas crestas, o  la visión desde una cima con mucha preeminencia en un entorno de alta  montaña), también son tan embriagadores y no tienen nada que envidiar  otros paisajes que se alcanzan mediante otras prácticas y actividades  (para paisajes que se lo digan al que sube en un ultraligero). Comparado  con el alpinismo, el senderismo tiene muchos problemas y riesgos  parecidos (hay rutas de senderismo que son un verdadero  suplicio físico) pero en cierta manera no requiere tantos  sacrificios en coste/beneficio y está abierto a un mayor número de  practicantes.
Subimos montañas por el mismo impulso que nos lleva a buscar nuevos entornosAún así, creo que comenzamos a  acercarnos al punto donde podemos encontrar el mecanismo emocional que  ha sido favorecido por la evolución que de forma indirecta impulsa a  subir montañas. El “placer paisajístico” está asociado a una serie de  emociones, las personas cuando vemos paisajes tenemos un placer estético  y visual, nos sobrecogen, nos agradan y los buscamos, los plasmamos en  fotografías, intentamos “apropiarnos” de ellos. Un impulso muy  natural cuando vemos un paisaje nuevo es explorarlo. No sólo  nosotros, muchos mamíferos tienen ese mismo impulso. Un perro que llega a  un prado comenzará a explorarlo de arriba a abajo, los sarrios en la  montaña recorren kilómetros y kilómetros, pasan valles y superan  collados con el fin de ir encontrando mejores pastos. Incluso las vacas  tienen ese impulso de buscar pastos y recorrer laderas. Sin tener esa  capacidad para extasiarse estéticamente ante un paisaje alpino, los  animales los exploran. Está en su etología recorrerlos buscando mejores  posibilidades de supervivencia y reproducción.
En este aspecto nosotros no somos una  excepción, la historia del homo sapiens ha sido la de una  constante emigración y búsqueda de nuevos entornos. Forma parte  de nuestra naturaleza el querer buscar nuevos entornos, de los 150.000 o  100.000 años que nuestra especie lleva existiendo más de 140.000 nos  hemos dedicado a “ir siempre más allá”, o siendo emigrantes buscando  nuevos territorios o siendo nómadas. Hemos sido sedentarios sólo una  parte muy pequeña de nuestra existencia como especie, por tanto el  “caminar”, “explorar”, “buscar nuevos entornos y paisajes” ha sido una  actividad que nos ha permitido sobrevivir como especie y que ha sido  favorecida por la evolución (si el cambiar de entornos fuera una  mala estrategia hubiéramos sido una especie endémica en un único rincón  del planeta), antes incluso de la racionalización de la  civilización y la tecnología habíamos sobrevivido en entornos tan  variados como las llanuras subárticas a los pies de los glaciares, los  desiertos, las junglas tropicales y los archipiélagos de microislas. Un  impulso del ser humano a lo largo de su historia como especie ha sido  el de “buscar una nueva frontera y superarla”.
Por tanto ese placer paisajístico que  seguramente tiene unos fundamentos sociales aprendidos (contagiados por  el romanticismo, nuestra propia concepción del universo, los valores  culturales en los que nos hemos bañado, etc…) también tienen un  fundamento emocional favorecido por la evolución. Sentirse  impulsado a buscar entornos nuevos (con nuevas oportunidades,  pero también con nuevos riesgos), ha sido favorecido por la  evolución y los mecanismos emocionales que refuerzan comportamientos que  nos lleven a la exploración y la búsqueda de estos paisajes y entornos  han sido seleccionados de forma favorable por la evolución.  Seguramente el  que buscaba un entorno nuevo cuando las cosas comenzaban  a ponerse algo complicadas de vez en cuando tenía bastante más éxito  que el que se seguía quedando en un entorno conocido pero con las  oportunidades bastante agotadas (por haber ya un exceso de población o  por alterarse las condiciones locales).
En definitiva, el alpinismo nace  como una actividad subproducto de un mecanismo emocional favorecido por  la evolución que nos ha impulsado a buscar mejores pastos y entornos.
Al final podemos decorarlo de lo que  queramos pero, más allá de que cada uno tiene una motivación individual  diferente, y que podemos dotarla de todos los matices que queramos,  tanto Terray como Mallory tenían razón al decir porqué  subimos montañas: subimos porqué están ahí, y subimos a pesar  de que sabemos que es una conquista de lo inútil.
 
 
polvora kew hgaya personas capaces de escalar el everest
ResponderEliminares ke en esta vida todo se puede si nos lo proponemos
chevere ke las personas tengamos metas x nunca es tarde para cumplirlas
siempre ahi ke pensar eso y no hagamos caso a las personas ke no desalienta siempre ahi ke mirar mas haya de los reproches